Bolsas, cajas, dos y hasta tres hijos cargan los migrantes de la caravana que atraviesa México, en carros para bebés que les han regalado a su paso lugareños.

Algunos de estos agotados padres han recibido carriolas -como se les llama en México- nuevas y otros con las llantas atrofiadas, pero todas les han hecho menos pesado el kilométrico periplo.

Se han vuelto expertos en subirlas en segundos a los camiones de carga que a veces los adelantan de forma gratuita en el camino. Las usan también como tendederos móviles de ropa y hasta para delimitar sus improvisadas camas.

Erika Johana García, de 25 años, viene caminando desde Tegucigalpa, Honduras, con dos hijos pequeños y en Pijijiapan le reglaron una carriola lo suficientemente grande para recostarlos.

"Me ha caído muy bien porque es muy difícil" seguir a la caravana, que avanza a un promedio de 40 km por día, con dos hijos, dice.

Sin las carriolas "vendríamos como burros caminando", concluye antes de reemprender su camino a la frontera con Estados Unidos.